sábado, 5 de mayo de 2012

Adicción





Hace unos días hablaba de que me había cuestionado si era adicta a la comida.

Probablemente, tú hayas sido de esas personas, que como yo, ha estado la mayor parte de su existencia con una obesidad bastante perceptible y evidente. Por lo tanto, prácticamente es lo único que conocemos. El estar así. El sentirnos mal; derrotados. ¿De qué somos capaces… si ni siquiera tenemos la capacidad para controlar nuestra propia vida?

Todo gira en torno a la comida. Cuando haces algo bien, solo piensas en una recompensa gastronómica. Cuando haces algo mal, algo de comida para compensar… Comida. Si estás triste; comida. Si estás feliz; comida. Si estás aburrida; comida. Todo es comida. Incluso llegas al punto de esconder comida en casa para solo poder comértela tú.

“Por hoy no pasa nada”, “Por un día…”, “Qué más da pasarse hoy, un día más uno menos…” dices mientras te dispones a degustar un delicioso manjar que en esos momentos, nubla cualquier rincón de tu razonamiento y fortaleza. Eres débil, porque te rindes a un trozo de comida para llenar ese rincón vacío de tu estómago. A veces ni siquiera tienes ese rincón, simplemente va más allá de la gula; es por esa sensación de que estás llenando tu cuerpo continuamente, como si fueran sentimientos, y por lo tanto, te sientes bien. Aunque en el fondo, eres consciente de más, que tan solo es una ilusión. De la cual eres cómplice para engañar a tu propio cerebro de que lo que haces está “bien”, y que no hay nada de malo en ello. Pero luego te sientes mal… porque tras llenar ese vacío, es como si pensaras con más “claridad”, y definitivamente admitieras tu error, llevándote a la culpa y la tortura de saber que aparte de la grasa innecesaria que tienes abordando tu atormentado cuerpo, le añades más.

Y entonces te paras a pensar, en porqué lo haces, el porqué tienes esa necesidad de estar llenando continuamente tu estómago (a veces por hambre, y otras en vano) sin parar, aunque sepas que luego será ese interminable ciclo sin fin lleno de culpa y remordimientos. De que sabes que, “venga, la dieta la empiezo mañana” no es verdad. Porque si te ponen un plato de tu comida favorita en la mesa el día que hayas decidido empezarla, volverás a aplazarla, porque no vas a ser capaz de controlar la situación.

Y es que cuanto más duele, más necesitas. Estás enferma, y en vez de poner el remedio adecuado, te tomas la dosis errónea de medicación, la cual es más fácil, cómoda, y rápida para hacerte sentir bien momentáneamente, pero te hace volver a empezar desde el principio tras su efecto. Pues no has avanzado en tu causa.

Parece que tenemos miedo a admitir nuestras adicciones (la mayoría de las personas ni siquiera son conscientes de ellas), pero no deja de ser algo malo. Y tanto el que fuma tabaco, como el que toma drogas, juega en el mismo bando de la autodestrucción de su persona.

Yo soy adicta a la comida. Sé que tengo un problema. Sé qué tengo que hacer para solucionarlo. Pero la primera etapa de desintoxicación siempre es la más dura de empezar y mantener. Y a veces no porque te falte fuerza, sino por el miedo a prescindir de algo que absorbe tu vida de manera que sin ella, no te quede nada.

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Bradshaw

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